sábado, 19 de diciembre de 2009

Mamá, ¿La pescadería es un hospital para peces?

Mi hija de cuatro años y tres meses, ha crecido lllamando a todos los productos cárnicos que consume, "pollito". ¡Y no creas que es pollito de esos que hacen píopío en los patios de las granjas! ¡No son esos tan bonitos y amarillos que se antojan para llevarlos a casa para jugar con ellos! ¡No! Es un nombre como cualquier otro que a una persona de mal gusto se le dio ponerle a eso que se come la gente en el almuerzo.

En estos días en que tuvo vacaciones, no me quedó más remedio que pedirle que me acompañara a la frutería-pescadería de Don Morán, en la esquina. No había con quien dejarla en casa y me tocó, ni modos...

Cuando llegamos a la pescadería, le pido al niño que atiende afuera, en la parte de la frutería, unas verduras y unas frutas. Me hizo la cuenta y nos tocó entrar al local a pagar en la caja y mi hija se detuvo a mirar los refrigeradores mostradores de la pescadería. Detrás estaba Don Morán con su bata blanca y sus botas de hule, y una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Mira, mami, todos esos pececitos! ¿Por qué no se mueven, mami? ¿Están enfermitos? Tienen cara de no sentirse bien- me dice la niña a todo pulmón-. ¿Y por qué los tienen encerrados allí? ¿Cómo hacen para respirar fuera del agua, mami? Ah, ya sé, seguramente tienen "oxígeno" como en el hospital. ¿Esto es el hospital para peces, mami?

- Algo así, mijita. Algo así... No hables tan fuerte, porfas.

- ¡Señor Morán! Hola. Hola. Hola- insiste la niña hasta que él la ve detrás de los mostradores-.

- Hola, princesa. ¿Cómo está la niña más linda del vecindario? - le responde el Sr. Morán, todo sonriente.

- Bien, gracias, ¿y usted cómo está? Sr. Morán, cuando yo sea grande voy a ser doctora como usted y voy a venir a ayudarle a curar a los pobres pececitos para que se pongan buenos otra vez. Y venga acá. Explíqueme, porfas: ¿cómo hace usted para mantener vivos a los peces fuera del agua? ¿Verdad que eso es una "cosa de esas" de oxígeno?- preguntó señalando el refrigerador con el dedito.

El Sr. Morán, ni corto ni prezoso, va y le responde: "Sí, princesa, esta es una cámara de oxígeno. Allá en la tabla de operaciones los operamos y mira allá afuera (allí estaba el camión de la pescadería con unos peces y cangrejos pintados en la cava): Esa es la ambulancia donde los traen para que los curemos".

- ¿Y los que no se pueden curar se mueren, verdad? ¿Y esos son los que se come la gente grande, verdad? Porque yo vi a tía Gisela comiéndose un pescado frito con cabeza y ojos y todo en el Sambil. ¡Guácalas! Se me quitó el hambre, Sr. Morán, y no pude seguir comiendo mi pollito con arroz. Y en la Sirenita yo vi al cocinero descabezando pescados y cocinando cangrejos y no pude seguir comiendo mis palomitas. ¡La gente grande SÍ ES MALA, verdad!-.Y luego se queda pensando con cara de haber metido la pata y pregunta- ¿Qué hace usted con los pececitos que se le mueren, Sr. Morán?"

- Niña, ya despídete. Vámonos a casa. Apúrate que se nos hace tarde!!!!!!!!

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